Preludio

Una persona es una construcción de deseos acumulados. Deseo es máscara. Una persona es un monstruo conformado por retazos de monstruos armados con pedazos de otros monstruos. Como resultado, somos Monstruos, Personas, Poetas. Quebrantamiento de signos. Fantasmas, adjetivos y suicidio. Somos simulacro y tragedia. No somos espejos, ni reflejos, sino el vacío del espejo. Somos imperfectos. Ni Principio, ni fin. No somos la vida. Las cosas, como la pantalla frente a nuestros ojos, son nuestras fronteras. Las palabras y los nombres de las cosas, son el mecanismo para hacer presente el velo de las cosas. Somos la apariencia del conocimiento del hombre. Escritura es nuestra cara. No-diálogo, sino superposición y acumulamiento de máscaras. Superposición de entendimiento. No hay tiempo.

Pieter y Matira

Pieter y Matira llegan a un lago. Matira se desnuda, se dirige a la orilla, se mete y nada. Su cuerpo de araucaria flota grácil, sus largos brazos de bambú chapotean. Gotas de agua impregnan su faz oleaginosa, juega, se zambulle y da unos deliciosos gritillos. Pieter, duerme envuelto con la suave brisa. No la escucha.

Pieter se sueña sentado en medio de un cuarto de espejos, pronuncia una "A" larga y su voz comienza a multiplicarse en los reflejos de su reflejo. Cuando su voz, en esa maraña de voces, se transforma en voz de anciano, calla. A Pieter, como a todo ser inmóvil, no le atrae el futuro.
Pieter es sorprendido por un desprendimiento. Se ve desde el aire, por encima de sí en absoluto silencio. Sus ojos de pirita planean sobre su cuerpo angular, sobre su piel áspera, sobre sus vellos de obsidiana, sobre sus poros sempiternamente horadados por el viento y el agua, se sobrevuela tan lentamente rápido que es capaz de ver cómo sus sólidas, punzantes y negras fibras capilares crecen. El pelambre invade su cuerpo y ahora se ve como una pétrea y negra alfombra. Pieter se posa en la cúspide de su cuerpo alfombra, y entonces sus ojos de pirita encendida ruedan sobre los montículos fibrosos de obsidiana separándose en dirección contraria, se precipitan al vacío como lentas estrellas fugaces y desaparecen. Pieter se apaga, reposa perpetuo.

Los dioses se transformaron en piedras, las piedras en árboles, los árboles en animales, los animales en hombres, los hombres en máquinas, las máquinas en dioses. Pieter ahora es la noche, una noche sólida y pesada. Las máquinas, que son muchas y muy obstinadas, con sus dedos le quieren incendiar. Él les aplasta las cabezas pero no puede con tantas. Las máquinas gritan: "¡Matemos a la noche! ¡Matemos a la noche!". Pieter, agotado y hastiado, les ignora y se cobija con su pelaje confortable y oscuro, oscuro como su pensamiento.

El corazón acacia de Matira palpita gozoso. Ella nada en el lago, cierra los ojos, bucea y se deja llevar por las corrientes. Poseída por un deleite virginal, sabe que da vueltas y que a cada vuelta el enebro ramaje de su pelo se estremece. Cuando sus espasmos llegan hasta el límite, se detiene. Abre los ojos y ve justo delante de ella a una mantarraya. Ambos seres se miran, se penetran hasta profundidades ontológicas. Luego comienzan a moverse en círculos, uno al otro se revolotean hipnotizados hasta fundirse en un torbellino, en uno de esos torbellinos que habitan las profundidades de todos los lagos.

Pieter y Matira mueren constante y alternadamente (o debiera decir: ¿fingen morir?); cuando la soledad los asfixia se resucitan con plegarias. Al resucitarse, primero se alegran porque nuevamente se harán compañía, pero luego entristecen porque se dan cuenta que sólo existen ellos, que no hay nadie más, que no hay público para sus prodigios.

Morir y resucitar les debilita mucho, no les quedan fuerzas excepto para llorar, y lloran. Las lágrimas de Pieter y Matira son hilos de seda que los envuelve hasta dejarlos a ambos convertidos en una inmutable crisálida. Después del llanto viene el descanso. Adentro del cálido capullo, la inmovilidad de Pieter y Matira es casi absoluta, sin embargo, se obsequian el uno al otro con actuaciones. Unas veces uno es sol y el otro montaña; otras son máquina y noche, puerta y ojo, niños, ancianos, artistas, rameras, músicos y bailarinas. Con su adecuación al capullo, los sonidos del exterior hacen resonancia en sus cuerpos y entonces, a pesar de su inmovilidad voluntaria, se estremecen y convulsionan. Pieter despierta, comienza a moverse, primero un dedo, una mano, un brazo; luego otro dedo, otra mano, otro brazo; las piernas. En ese instante, Matira abre su ojo luna con pestañas de morera y ve que su amado está en otra posición. No lo entiende. Su sangre hierve, circula rápido y su ojo…¡ah!, su ojo es un cráter a punto de expeler el humo de su interior, porque por dentro toda Matira es humo buscando una grieta para escapar de su cuerpo arborífero.

Al borde de un abismo la conciencia de Pieter chisporrotea y expele palabras: “Conquista … Música, sensación nueva… Suéltame, no muerdo... Sí, tal vez fea, enferma, sin deseos de dañar o hacer rasguño alguno, pero todo lo contrario sucede en ti. ¿Adónde voltear y no encontrar huecos?” .Vislumbra la inmensidad que hay fuera del velo del capullo, absorbe su pelaje hasta quedar rígido y liso como un trozo de rubí, pero tan ligero como el polvo, sale de la crisálida e intenta volar. ¿Adónde ir? ¿Qué hacer? ¿Alguien lo sabe? Su simetría vibra en el espacio, lo lleva a cualquier lado.

Adentro Matira es una rama seca que se crispa y convulsiona.

Zefir y Swietania

La casa donde habitan Zefir y Swietania es de ladrillo. La fachada frontal tiene dos enormes columnas, en medio de las columnas hay una puerta de madera con adornos enmarañados. Frente a la casa se despliega un jardín de olores voluptuosos, en cuyo centro hay una fuente.Cerca de la fuente una escalera de cemento baja hasta el sótano donde se ubica el laboratorio de Zefir.

A Zefir le gusta estar solo en su laboratorio, rodearse de sonidos, imágenes y fantasmas: presencias vivas de todos sus días pasados y presentes. Le gusta tenerlos ahí a la mano, analizarlos, desmenuzarlos, violentarlos, destruirlos y reconstruirlos a su manera. Como artista sabe que en la soledad se inventan historias con ideas, imágenes, nombres, pasiones y deseos. También sabe lo efímero que es optar por ser obras vivientes, pues tarde, si el autor muere, muere también la obra y ambos desaparecen. Por otro lado tiene muy presente que si opta por vivir a lado de la obra, aún y cuando el artista muere, la obra permanece. El actor muere, el personaje vive.

En la mente de Zefir las ideas se mueven, rebotan, gritan, luchan entre ellas, se transforman; unas se comen a las otras, unas vomitan a las otras; otras duermen y despiertan, se bañan con agua fría, se sientan, se recuestan, caminan y vuelan; otras se convierten es ganzúas, en luz, en fuego; todas quieren tomar sustancia, ser carne, Sol, átomo, agua o aire; y todas, todas sin excepción tienen un solo objetivo: escapar de la mente-prisión de Zefir: ser libres. Algunas incluso se multiplican, se agrupan, quieren crecer hasta desbordarse y escurrir fuera de su cabeza.

Zefir amasa arcilla. Sus manos se mueven solas mientras su mente divaga. Sus ojos no ven las figuras hechas, grandes y pequeñas, humanas, animalezcas y vegetales que le rodean. Su cuerpo no siente el frío del ambiente que entra por la puerta abierta y le da directo a la espalda, ni el calor del horno encendido frente a él.
¿Y qué es lo que hay en la mente de Zefir? En su mente hay una visión, una fuerza, un impulso: hacer.

A la niña se le cae su pelota por las escaleras y se introduce al estudio, sin pensarlo va por ella y entra. Zefir está sentado semidesnudo en un sillón. -¿Qué haces?-, pregunta la niña. Él la ve tranquilo y contesta, –Tengo un dolor ontológico y no sé como quitármelo… La pequeña lo mira turbada. …-No me entiendes nada verdad. Ven, acércate, ayúdame, ¿quieres? La niña se acerca y lo abraza, lo abraza fuerte. Ella está tibia debido al juego de pelota. -Te quiero mucho-, dice ella, se le acerca y frota sus mejillas en el pecho desnudo de Zefir. En ese momento un dilema pasa por la mente del artista: transgredir y trascender o moderar y permanecer. Él siente el calor de la pequeña; su verga comienza a erguirse; se arquea y la desprende del suelo. La niña ahora está encima de él, se deja llevar por sus sentidos y continua frotando su rostro en el pecho de Zefir. El artista, con cuidado le levanta el vestido y la despoja de su calzón. Vapor de olvido inunda al hombre. Pone los pies de la niña sobre el sillón, en cuclillas por encima de él, y ya en posición le coloca su miembro en el tierno capullo. La toma de los hombros y la empuja suave hacia atrás. La penetra. La niña se siente lenta, muy lentamente invadida por una energía infinita e inefable. Él, una vez inserto en ella comienza a pulsar su miembro a voluntad. A cada pulsada la niña siente que le empujan las lagrimas desde lo más lejano y profundo de sus recuerdos. Adora a Zefir. La niña se estremece, se agita, se frota, cabalga y vuela. En el cielo de sus lágrimas mudas brotan incesantes miles de estrellas. Llora, llora y no quiere dejar de volar, ni de parir estrellas. Él la levanta en vilo justo cuando su verga comienza a escupir. Terminan, la abraza. Suspiran como dos niños mientras sus músculos se relajan. –Swietania, ve a jugar-, dice él en voz baja. Ella quiere seguir abrazándolo. Al poco rato la suelta de su cuello, le pone el calzón, le da la pelota y le dice que necesita estar solo, que vaya a jugar. Ella se va y antes de cerrar la puerta lo mira con ojos de bugambilia.

Swietania está en una etapa difícil. ¿Qué le pasa a Swietania? Ni ella misma lo sabe. Sentada, posa sus ojos en el pantalón de él, a la altura de la pelvis, su mirada es rápida, de la pelvis a los ojos y de regreso, tan rápida que Zefir no se da cuenta de ello.

Swietania ha crecido rápido, como una selva tropical, ya es una muchacha grande y frondosa de cara rosada y cutis terso enamorada de; amor. A Zefir es a quien le toca recibir todo el ímpetu de ese amor. Ambos recorren sus cuerpos, como ciudades, con la punta de la lengua. Se encuentran, se abrazan, brincan, charlan y se acarician. Se aman como se ama a las ciudades. Aman a la humanidad. En andanzas por sus cuerpos aprenden a amar aún más.

En medio del bosque hay una casa, adentro de la casa un pianista mira al techo, toca sonriente y piensa: "La música también sirve para atrapar ratones". A su espalda, en una enorme botella, una marioneta baila. Algunos ratones pasan encima de los dedos del músico. El pianista sonríe por el cosquilleo en sus dedos. La marioneta está dormida.

Heliodoro y Brumelia.

Heliodoro y Brumelia pasean en el campo por un caminode arcilla roja que va a un lago. Heliodoro balbucea a Brumelia que entre más competencia hay más mediocridad, que él quiere salir de eso, que no le interesa competir ni ser el mejor, que no le interesa ser reconocido, que le interesa la obra, que si él fuera obra entonces sí tendría cosas que decir, que la moral lo limita, que no hay inmortalidad y que la ilusión es uno de los peores males. Al llegar a la orilla de un lago, Brumelia lo atrae a la sombra de un arce. El viento sopla. Un rayo rompe el cielo violeta. Las piedras chocan en la orilla del lago. Brumelia le toma de la mano y lo comienza a acariciar, él siente descargas eléctricas. Ella le acerca su rostro. Es hermosa. Tiene ojos miel y pequeñas pecas doradas. Heliodoro cierra los ojos para imaginarla mejor. Siente la tibieza de sus labios en los suyos y su aliento a frutas metálicas le invade. El calor aumenta. - Brumelia, ayúdame, ¿quieres?-, dice Heliodoro mirándola con ojos vacíos. –No, ayúdame tú-, contesta ella sécamente, mientras con su dedo índice le toca el pecho y lo desliza suavemente hacia abaj sobre la camisa de seda. Él la sujeta por la muñeca. Ella se inca y le ve implorante. Él desarmado coloca su mano sobre la cabeza de ella y le acaricia el pelo. Lo estruja. Nadie habla. Los dos cumplen en silencio. Bajo el arce, se acarician desquiciados. Sus lenguas recorren sus dientes; sus manos sus manos. Se frotan desatados. Labios y dedos de seda, de arriba a abajo en sus cuerpos, una y otra vez. Sus pliegues sudan. Terminan exhaustos. Es verano y el ambiente sofoca. Ella se queda dormida; no se da cuenta cuando él la abandona.

Brumelia tensa sus músculos, los relaja y suspira. Hora de despertar. La luz recorre su cuerpo, escurre ambarina sobre su pecho, sus pezones brillan, los acaricia. Contacta al mundo del no-tacto. Antes de morir, vivir. Todo saldrá bien, lo sabe. Se vestirá apta para este día. Está en el lugar exacto para encontrar a alguien que cure sus dolencias. Abre los ojos… los cierra. Oprime sus brazos, enlazados, en su cuerpo. -¿Dónde estás?-, pregunta. No hay respuesta. ¿Qué mano, lanza o voz fue la que le separó de su resguardo en el costado de Heliodoro?
El cabello de flores de Brumelia es movido por el aire. Brumelia llora. ¿Por qué llora Brumelia? ¿Ha muerto Heliodoro? Se mece y llora, llora porque quiere realizarse como mujer, llora porque no sabía lo que era llorar, llora porque quiere llorar, quiere llorar, llorar y llenar frascos con sus lágrimas. En sus manos una hoja a punto de ser arrancada por el viento fresco del bosque dice:
" … Ve lo mal guerrero que soy. No llego temprano a las batallas y no me sé retirar a tiempo. Nuestra guerra debió de haber terminado desde el primer momento…"

Ópalo y Cordia

Cordia realiza sus quehaceres matutinos: dar alpiste a los pájaros, lombrices a los peces, barrer y limpiar los cuartos. Sale al pasillo y ve entrar a Ópalo. Atenta a su llegada sonríe y dice: –Por fin vienes. ¿Quieres comer? Ven, te haré una crema de champiñones y los huevos con tortilla que tanto te gustan. Él asienta con la cabeza y se encamina al comedor. Ópalo la ve de espaldas preparando sus alimentos; por su mente atraviesan palabras e imágenes vertiginosas: mesa de obsidiana, piel de caoba, sueño obtuso, crepúsculo de inocencia, niña de madera, mano de colibríes, hermana celeste... Ella prepara la comida, sabe que él la observa, en su mente los pensamientos son claros: Es necesario el bienestar, la salud mental y física, los sentidos y el placer. Cordia sirve la comida y se sienta frente a Ópalo. Se observan y una vez más, como desde hace años, se desean pero no saben cómo empezar. Ella coloca su mano izquierda encima de la mano derecha de él. Ópalo, que aún no ha probado bocado alguno, al contacto se estremece y hace su silla hacia atrás. Cordia, que ya respira prestamente, se para y se dirige a Ópalo, le toma de las manos; da media vuelta, alza su falda holgada y se sienta justo encima de él; coloca las manos del hombre en sus pechos. Ahora él respira con dificultad. Su miembro está erguido. Ópalo se incorpora e inclina a Cordia de espaldas a él sobre la mesa, se baja el zipper, toma su verga y la restriega entre sus nalgas. Con sus pies, le abre las piernas y le comienza a untar el falo en su rajada. La penetra. Ella se mueve frenética mientras él la inserta una y otra vez. En la mente de Ópalo pasan imágenes: pastor de hierbas, niña de hierbabuena, sangre de volcanes, bosque de sombras, cesto de corazones, nubes de follaje, manchas de árboles amarillos, olor a corderos de eucalipto, cuerpo de heliotropos, arpa de rosas...

El banquete concluye. Él da el último bocado a los huevos fritos con tortilla y sorbe de un sólo trago el vaso lleno de jugo de naranja, luego se va a su laboratorio y pide no ser molestado. Ella continua haciendo sus labores. No ha pasado, como desde hace miles de años, nada.

Pieter

Salvador,
¿Cómo explicar lo que se siente a partir de la lectura, lo que escuchamos adentro de nosotros? ¿Acaso las sensaciones nos engañan? ¿Acaso la escritura logra engañarnos? ¿Cómo dejar de hablar y ser palabra, ser nuestro mundo a imagen y semejanza?
Matira,
Habitas mis sueños y ahora aquí los dos, tan frágiles, tan nimios, tan extraños, entre sombras difusas, disolviéndonos en el infinito. Tu piel de luz, de sombra, de fuego, madera, carne o metal se desintegra. Tu piel no es frontera. Viajaste a través del tiempo y te posesionaste de mí y de las cosas, de cualquier cuerpo. Sabes que las cosas piensan, que las cosas sienten, que también se avergüenzan.
Le di cabida al amor, pero al amor como yo lo concibo, un amor frió, sensato, calculado. Te amo, te amo más que a mí mismo, lo sabes.
Swietania,
La matemática es lo que nos une. Relaciones de igualdad. ¿Recuerdas cuando me contaste que jugabas a las muñecas, que las vestías y las hacías actuar como si fueran personas reales, que incluso te imitabas a ti misma? Pues bien, hoy te quiero hablar como un niño.

Te quiero como se quiere a la soledad y a las lagrimas, al canto de los grillos y las montañas, al campo y al sol, porque mi verdadero ser, ese niño que permanece callado en el tumulto de seres que cabalgan en mi cerebro, permanece inamovible. El jardín crece, el hermoso jardín crece y tú estás ahí, y yo estoy ahí, y tus padres, y mis padres, y nuestros amigos, y todas las voces de todos los tiempos y de todos los lugares.

pd.
Los sucesos nocturnos al igual que los actos diurnos, nos conforman, sin embargo los ocultamos como si no importaran. Quiero conocerte.
Salvador,
¿Qué hacer para meternos en la cabeza de las personas y estar en el centro de sus pensamientos? ¿Será precisamente el pensamiento o el sentimiento? ¿Te haz dado cuenta de que oscilas en diversas realidades?
Hagamos del juego algo creíble, como cuando intenté tocar tu lomo y me ladraste, cuando te alimenté y no comiste, cuando te acaricié y me mordiste. Somos engañadores, imagólogos y publicistas. Ayer hablábamos de derechos, de legalizar y patentar la firma, de hacerla propiedad privada, de que el juego se llama mercado, de que nadie gana excepto nosotros. Hoy imperamos. Los incautos vendedores, evangelistas, reyes y políticos se espantan hacen estruendos y vociferan, creen que nos burlamos de ellos, pero cómo podríamos hacerlo si nosotros somos ellos. Sigamos actuando.
Swietania,
El destino, esa hidra vieja y desesperanzada que babea rencor por la comisura de sus labios, nos embiste y empuja al abismo. Nuestros corazones erizo se defienden, bajo la armadura de nuestros pechos, lanzando espinas a pulso de podadora. El destino se precipita y nosotros caemos. Volamos y caemos. Chocamos pero no morimos, jamás morimos, nos transformamos. Nuestros actos nos hacen. No somos golpe en la frente, ni vuelo ni herida, somos energía, monstruos bélicos, garrapatas ajenos a cualquier contingencia.
Brumelia,
Tú no lo notaste, pero te observé mientras dormías. Tu rostro, tu nariz, tus párpados… ¿Qué hay detrás de tus párpados? ¿El vacío, amplificación de la nada? Tu cuello era largo y elegante, en él colgaba un negro y anticuado maniquí que parecía implorar la muerte, ¿o la resurrección?. El tronco de tu cuerpo se tendía grácil bajo el arce y soportaba tus exquisitos senos de ébano. Tu cabello, enebro castaño mecido por el viento, acariciaba tus hombros. Quizás te preguntes por qué te deje ahí. Brumelia, mi Brumelia. No soporté ver tu cuerpo inanimado, tan rígido, tan cosa.
Lobo,
¡Viejo demonio! Amigo mío, estuve pensando en nuestros actos, dar el fuego a los hombres y a las cosas, el placer del comer, de abrasar y abrazar fue un acto muy osado –y te lo dije-. ¿Recuerdas cuando cubrimos la desnudez con ideas, como primero las ideas se posesionaron de los cuerpos, luego se independizaron de ellos y después los sometieron? La historia se repite incesante.
Cordia,
Soñé la puerta de tu cuerpo, le decías ábrete y se abría. Entré en ti, como luz a borbotones. Me vi desnudo, sentado, con la cabeza inclinada. Mi pelo estaba cubierto con tus flores blancas. Mis pupilas dilatadas no me veían, mis manos colgaban sin fuerzas entre mis piernas semiabiertas. Intentaba encontrar la puerta, pero había desaparecido. En ese espacio euclidiano mis voces surgían de todos los ángulos posibles, en todas las edades posibles. La máscara se iban transformando m e apropiaba de los gestos del otro del otro del otro…
Pd.
Cordia, Cordia, Cordia. Esto no es sueño, fui las primeras manos que delinearon tu cuerpo, la primera boca en desnudarte. Te amo. Te amo más que a mí mismo.
Lobo,
Hablemos por hablar, sin necesidad de fotografías que comprueben nuestras palabras. Su imagen es hermosa, pero es un velo. ¿Y si careciera de velo? ¿Crees tú que me moleste no verle? ¿Y por qué tener tal o cual velo, actitud o imagen? Dices que para comunicarnos. ¿Pero en verdad nos comunicamos? ¿Sabes qué hay detrás de mi imagen?
Eres bella.
Mayáhuel,
Ayer entraste en mí me convertí en un todo negro. Te clavaste en lo más hondo de mis entrañas y a partir de ahí mi alma vibra. Me sentiría tan solo sin tu presencia.
Pd.
Que no quiero verte, quiero sentirte.
Eugenia,
Te noto distante ¿Dónde está la sonrisa, los recuerdos, deseos, placeres, besos, abrazos, discusiones, paseos, juegos, lloriqueos, cantos y amaneceres que nos elevaban al infinito? Tus palabras rebotan en mi mente, eres música, color, forma, espacio, volumen, poesía, todo. Expresionismo e impresionismo. En ti veo al mundo y el mundo me ataca. El viento me oprime, cabalga en mis ojos. Una lluvia de mármol me inserta, caigo y me retuerzo con la vida y la muerte en las entrañas. Eres un huracán que me lleva. Conozco la soledad y el frío en tu sangre, me arrastro a tus playa, vago lento cansado y sin fuerzas. Ni luna ni viento, ni tierra ni mar, ni siquiera la lluvia tienen sentido. Aúllo cualquier sin razón para seguir reptando tu costa y encontrarte. Dame el poema y la canción que te pido y perdámonos en la disonancia de nuestros cuerpos, que después nuestras palabras cobren sentido.
Salvador,
Las obras de arte son expresiones del conocimiento. El conocimiento es placer. Por medio de las obras de arte nos expresamos, nos conocemos. Pero, ¿Qué es el placer? ¿Cómo se obtiene? ¿Es real el placer? ¿Qué lo provoca? Con remordimientos no hay placer, a menos que el placer del remordimiento en sí. El placer está en la mujer, en el ideal de la mujer, sobria y austera de su rostro, pero más que en la mujer, en la transformación de ella, en el proceso, el paso de la soberana a la esclava. En la mirada esta el placer. Lo mas sublime, está en lo mas bajo: Boyerear. La sensibilidad del boyeur es su placer: sentir algo no provienen del exterior, sino de nuestro más profundo interior. Ver lo que esta velado.

Pd.
¿Qué clase de voyeur soy? ¿Espíar desde las penumbras del pensamiento, desde mi celda? ¿Qué clase de cautivo es quien desea el cautiverio?
Azalea,
Le pedí a un amigo que te hiciera mi último regalo,dos poemas. Espero te gusten.

pd.
Deseo tu cuerpo.

Cantos hinchados

En honor de la hermosa Azalea,
amada de Diamod Rust


I
Princesa de los montes áridos
flotas en el abismo
y yo caigo en la quijada del silencio.
En tu rostro lívido de cielo el sol se desbarranca,
truena el dios gélido en la aurora de Satán
y un escupitajo de sombras
estremece tus mejillas de abedul.
Mis garras de obsidiana se desmoronan
cada que cierras tus párpados vaginas horizontales.
Pequeña escarpada, tiritas en el voladero y
En el firmamento nuestros dedos se astillan.
Mujer hidra, Uroboros.
Mujer crótalo, hollín de sombras
Mujer palabra, cabra y serpiente.
Sordina de alaridos,
dragona ciega con escamas de ángel,
me invades con ráfagas de demencia.
Mujer de soplos inocentes
y sonrisa de hoguera
Algún día me hundiré
en las profundidades
de tus pestañas.

II
Si te pienso bien, soy un barco a la deriva.
si no te pienso, eres rueda de carne
imparable en un mar de lunas
Si te pienso bien, soy viento tejido
y pólvora hambrienta.
Si no te pienso, eres un río de cometas
rugiendo en el otoño.

Salvador Lobo
Maran,
Y qué somos si no monstruos en busca de la posesión del otro. ¿Sabes qué me gustaría? Hacer un corte entre nosotros para que por ahí escape nuestro miedo y tristeza. Ve lo mal guerrero que soy. No llego temprano a las batallas y no me retiro a tiempo. Nuestra guerra debió de haber terminado desde el primer momento.

Pd.
Nos amamos, pero amamos más el simulacro. Somos fingidores.
Salvador Lobo,
Placer y poder. En grupo se obtiene placer y poder, pero la experiencia en grupo es engañosa. Mientras complacemos a unos, a los otros les causamos daño. Por otro lado, transgredir al grupo también es placentero. El individuo que transgrede al grupo es poderoso, pero ¿Hay placer en ello? ¿Y qué sucede cuando el grupo se da cuenta de la transgresión? Pero siempre hay maneras… El lector es creyente del escritor y el escritor de sus lectores, pero ni el escritor se atrevería a mover e imperar en sus lectores, ni los lectores imperarían sobre la libertad del hacer del escritor; sin embargo… la escritura mueve e impera en ambos. Lo más poderoso y placentero es la escritura.

pd.
La escritura aprisiona. Detrás de ella nada y enfrente los deseos. Lo que produce es ilusión y entelequia.
Matira,
Caminas lenta, sin rumbo. Arrastras miradas. ¿Eres bella? No, no lo eres. No al menos como tú lo desearías. Yo te miro, pero no te veo en ti. No veo tus sensaciones o pensamientos. Lo que ves es un falo, que no es mi falo, atravesándote por la vagina, que no es tú vagina. Quiero conquistarte. Te cantaré y entonces me devorarás. Caminas y arrastras miradas. Sí, creo que eres bella. Bella imagen que he hecho de ti: tu pelo, tus ojos, tu nariz, tus senos, tus brazos, tu vagina, tus piernas. Eres bella.

Interludio

Piedra

Una piedra roja en medio de la nada se piensa a sí misma. En un tiempo cualquiera se quiebra en dos. Al verse separada, la roca pensante intenta insistentemente fusionarse de nuevo. Concentra energía para atraer a sus piezas. Pero no lo logra. Las partes chocan una y otra vez. En cada choque producen agua, aire, tierra, fuego, madera… cada encuentro una cosa… y así, lo que en un principio era una piedra, que luego se separó, y que posteriormente a fuerza de intentos por volver a unirse produjo involuntariamente las cosas, terminó por desgastarse. Llegado el momento de no ser más que un grano de arena -de un grano de arena- de la piedra roja primigenia, justo antes de su último golpe, se dio cuenta de que más que juntarse se estaba dividiendo. No obstante el último choque es inevitable.

Lago

La vida amoral, les lleva a donde no quieren ir y les ataca. Los empapa y los alimenta, esta adentro y afuera de ellos, en las venas. Un lago, cualquier lago no tiene forma, o mejor, tiene la forma que cada uno le da. La piedra podría insertarse hasta las profundidades más recónditas del lago, en tanto que el árbol irremediablemente estaría condenado a conocer la superficie. El lago es la vida.

Árbol

En algún tiempo, en algún lugar, una semilla de un árbol se encuentra en la cuarteadura de una roca ubicada muy cerca de un lago, y germina. El germen comienza su crecimiento, pero a los pocos días se siente aprisionado y asfixiado por la roca. Trata de forzar la hendidura para insertar en ella sus raíces y afianzarse mejor, pero no lo logra. Un día cae una tormenta, desprende al pequeño árbol de la roca y lo arroja, no muy lejos de la piedra, a tierra fértil. El árbol se afianza mejor al suelo. Por sus venas fluye el limo, limento y alimento que le provee el lago. Inserta profundo sus raíces para alimentarse de la tierra y absorbe la energía solar. Crece incontrolable.

Por dentro, el árbol es todo Vibración, capta la energía del sol, el espíritu de las cosas, la música del mundo y baila, se mueve aún sin viento y rompe las barreras del tiempo. Es un árbol pensante y sus pensamientos son relámpagos que lo conforman, delinean y delimitan. Su actividad interna es enorme. Cúmulos de pensamientos le golpean en todas direcciones, pero su corteza es fuerte y logra contenerlos, los pensamientos no logran salir, pero son tal cantidad que incontenibles se despliegan interiormente; exteriormente esta actividad se manifiesta en las ramificaciones que agrandan y despliegan al árbol.

El árbol tiene un instinto maternal, es protector abrasa, da cobijo y protección a todo el que se le acerca. Sin embargo su instinto, como todo instinto, es incontrolable, a tal grado que sin querer, acapara y devora la actividad interna de quien se le acerca. El árbol es una sombra que se despliega, cubre y nubla a todo lo que se le acerca, además, en su despliegue incontrolable, lenta y constantemente va cubriendo al mundo.

Matira

¿Verdad que los peces no comen jirafa?

En la medida de la disciplina está la medida de la obra.

Él cree que conocer es igualar a imagen y semejanza, pero el mundo es incompleto y por lo tanto inigualable.

Un artesano me describe encarnada. ¿Quién describe al artesano?

¿Quién dice qué es el todo?

Entre el decir y el hacer, está un inmenso desierto de sentimientos.

Me he visto caer desarticulada entre sus agudos dedos y he deseado hundirme más. Con él he subido indómita y excelsa hasta el cielo y también he deambulado como la niebla. He nacido y he muerto. Lo he escuchado a lamentarse de mí y me he convulsionado de tristeza. He actuado y he sido escenografía. He alabado a dioses y he matado a dioses.
Reconozco los pliegues de sus labios, la fuga y carnaval de ese par de lágrimas en sus ojos de tigre tejiendo trayectorias minerales. Detrás de mi sonrisa soy acecho y cacería. Hay máquinas a punto de nacer, preludio para una siesta eterna. Es tiempo de encender el mecanismo agitar las alas y preparar la embestida.

Tengo tanto fuego que lo abrasaría.

Sombra es hueco.

Gota es letra es vida.
¿Cómo presentarme ante él? Debo ser prudente y saberme conducir. Mostrarme en algunos casos, débil, indefensa, adorable; en otros majestuosa y con plumas doradas, hermosa, inteligente, de buen humor, de mundo, luminosa, seductora. Él buscará poseerme, ser mi amigo, mi amante, mi padre, quizás copiar algo de mis personajes.

¿Cómo realizar mis deseos y no caer víctima de mi propio juego? ¿Cómo no convertirme en caricatura de lo que realmente soy?

En medio del bosque había un flamboyan, trepaba su corteza áspera cuando sucedió: la piedra reventó mi diente. Mis ojos basiliscos relampaguearon al verlo. En mi cabeza zumbaron cerúleos mis oídos. El rencor crispó mi piel y oscureció mis sentidos. Él sonreía con befa.

Voy a destrozarlo, a aventarle una… ¡No!, mil proyectiles. Voy a desfigurarle el rostro, agarrarlo de su lacio pelo blanco y darle vueltas en el aire hasta dislocarle la cabeza.

Estaba a punto de arrojármele, pero de la nada sentí una presencia enorme y furibunda que me decía que no lo hiciera. Me quedé ahí parada, estática y retadora, mirando con el rabillo del ojo izquierdo, mientras la voz me ladraba heréticamente. Apreté furiosamente mis dientes. Punzaba de coraje, dolor y miedo. El artesano continuaba martillándome y cada vez más fuerte.

¿Qué me dice el incidente de la piedra? En primer lugar que él no juega, pues cuando lo busco, me advierte que no le moleste en sus ocupaciones, me mira como se mira a los perros roñosos, me ignora y cierra la puerta. En segundo lugar que la pedrada es una manera de mostrar su repudio o su envidia porque lo hago sentir diferente. En tercer lugar que la pedrada no va dirigida a mí en particular, sino a todo. Me pega a mí, pero pudo haberle pegado a otra cosa. En cuarto lugar. No importa a quién o qué le pegue, la piedra es un timbre, un llamado personal. El timbre suena y yo abro la puerta. Pudo haber sido cualquiera quien respondiera, pero me tocó a mí y los sucesos que devienen son inevitables.

Impulsada por el deseo de transgredir lo inducí a su estudio. Es un lugar muy limpio y tranquilo, donde se percibe un sutil olor a barro. Hay muchas cosas, un piano, libros, botes de pintura, herramientas de metal, fotografías, cuadros con paisajes arbolados, discos de acetato, un gramófono, una máquina de escribir, cientos de figuras de arcilla roja y un estuche de oro asegurado del tamaño de una bolsa para dama.

El estuche es más o menos pesado, quizás contenga monedas de oro o joyas. Le pregunté que de quién era ese estuche, pero no quiso decírmelo.

Le sugerí abrir el estuche para ver su contenido. La curiosidad se desbordaba, y a falta de llave, él arrancó el seguro con la mano... parecía triunfante. De pronto escuché al artesano bajar arañando desesperado a mi memoria. Él notó un cambio en mi, así que regresó la caja a su lugar antes de abrirla y me abrazo. El artesano regresó a su escondite.

Los pequeños errores de memoria son pistas de que existe otra realidad balanceándose a mí alrededor.
Seismilseicientosesentayseis tiempos reptando tus venas segundo a segundo…¿ y aún crees que puedes desterrarme?

Abrí la puerta y le vi. Estaba sentado en su sillón, con la cabeza agachada, los codos sobre las rodillas y los puños apretados. -¿Qué haces?–, le pregunté. - Tengo un dolor ontológico. Me dijo. Luego me miró con rostro rojizo y ojos de tormenta lejana, movió la boca, sus labios temblaron, pero de su garganta no salía sonido alguno.

Él es inocencia sin control.

Cuando él me ve estudiando afanosamente, trata de congraciarse conmigo. Hace agua de frutas naturales y me la ofrece, pero es tan espesa que me causa asco tomarla. Me imagino que la bebida es una pócima para embrujarme. Me da grima saber que unas manos hinchadas, extremadamente duras, lisas y con manchas de jaguar en los dedos -con anillos verdosos incrustados- de uñas amarillentas y resquebrajadas, machacan las frutas del agua contenida en el vaso del que ahora bebo. Él me mira con su sonrisa hasta que sorbo la última gota de su elíxir, yo cierro los ojos para ingerir el espeso líquido, nublo mi sentido del gusto, pero el tacto casi traiciona. En mi mente veo claramente como en esa bebida hay toda una dotación de hierbas, de olores y sabores. Imagino que él me la hizo con el fin de raptarme y dejarme encerrada para siempre en esta casa.

Maldad: Mujer con pelo de amaranto.

Bondad: Amaranto con pelo de mujer.

Hoy no tengo sueño, permanezco despierta en la cama un buen rato. Escribo. Me gusta escuchar todo lo que sucede afuera, motores de aves, pasos de animales, voces de árboles, zumbidos de insectos y silbidos lejanos. Noche tras noche, me pongo a conocer ese rostro sónico de las cosas.

El fin es el medio, el poder por medio del poder.

En todo diálogo es necesario el silencio.

Abrí la puerta y ahí estaba. Nos abrazamos. Platicamos de aquellos días que jugábamos en el estudio. Dice que quiere componer música, eso me gusta, quizás así podríamos conocernos mejor. Me pidió que le acompañara. Acepté. El tiempo pasó rápido.
Las avestruces esconden su cabeza para desaparecer al mundo. Él esconde su mundo para desaparecer su cabeza.

Vivir no es cuestión de creer, sino de hacer.

He visto nacer al hombre y he asesinado al hombre. Él se está alejando, no sé si ha dejado de amarme. Le pedí un poema para darle mi sonido, pero en cambio me dio el llanto oscuro y una botella vacía. Entre el amigo y el enemigo hay una frontera tan delgada que ni siquiera nos damos cuenta cuándo estamos en un papel y cuándo en otro. Quizás depende del estar y el no estar.

Bajo la máscara de misantropía lo que realmente esconde es un excesivo amor a la humanidad.

Oír lo que nos gusta... y lo que nos gusta es lo que conocemos; el que esté fuera de este circulo vicioso, que tiré la primera palabra.

¿Qué sería de nosotros sin nuestros contrarios? Ser vieja y ser niña, amar al cuerpo y detestarlo. Diferencia es igualdad. Todos nos sentimos diferentes de los demás, y en eso somos idénticos. ¿Quién se atreve a desconocerse? Ella y yo somos iguales y por eso le odio. Igualdad es odio porque se odia a quien hace las cosas que nosotros.

La música es la llave para la metafísica de los pueblos.

Estoy tan ensimismada que ya no puedo decir absolutamente nada de él.

De elegir entre mi mundo estático y el torbellino de la carne, elijo sin duda a la carne. Es preferible vivir el torbellino de fuego de la vida en la carne que permanecer inmóvil por el resto de mi tiempo. Me condeno y no me importa, me quiero condenada. Esta noche me escupiré detrás de su oído; mañana cuando amanezca, en un rincón de su memoria, estaré a la espera de una señal para presentarme.

Alguien fuerte aplasta a débiles. Los débiles piensan que los quieren destruir, pero el fuerte camina absorto en sus pensamientos y no se da cuenta de lo que provoca.
¿Y dónde está la máquina de plata?

Ultraje. Qué puedo decir, me gusta ser tomada y violentada pero detesto la reducción grosera, detesto las caricaturas y los juicios ab hominem.

Dejaré que siga creyendo que no pienso.

El garbo es una actitud que se olvida con el cansancio.

Pornografía cotidiana, masturbación cotidiana.

¿Hace cuánto tiempo desapareció Cristo?

A medio pasillo, él dirigía su rostro, con los ojos cerrados, al techo y movía los dedos como tocando el piano. Pasé lo más lenta y silenciosamente, él flotaba sobre mi cabeza con su piano invisible. Yo tenía la clara sensación de no moverme. Perdía sentido y orientación. ¿Me muevo yo o el mundo se mueve en torno a mí?-.

El aleteo de las palabras en la hoja, provoca tornados de sucesos y cosas en la realidad.

Vivir condenada a una celda da miedo, pero es más espantoso un mundo sin paredes. Del lugar de todas las salidas no hay salida.

Hoy, él me guió a su recamara perfectamente adornada e impecable en el tercer piso. Jugamos a ser personajes de cuentos de hechicería y de comunicación tecnológica. Nos vestimos acordes para nuestra actuación. El juego se tornaba cada vez más profundo y real. Como la ropa ya nos era insuficiente para continuar el juego le sugerí ir al sótano, ahí seguramente encontraríamos el complemento ideal para nuestro acto: Conócete a tí mismo.
Decir: "me gusta" es ponerse a nivel de lo gustado. No digas "me gusta" si no lo entiendes y no puedes describir por qué te gusta.

Escupo datos y los libros se acomplejan.

Sin dolor no hay arte.

La música es cuando suena, pero también es el silencio.

¡Soy mejor que tú! –grita en silencio.

El encierro limita mi energía, desaparezco. Quizás estoy en un sueño perpetuo...no sé, estoy perdiendo memoria, me diluyo. Veo un ligero humo perfumado en el ambiente como la vez primera, me desprendo otra vez del costado de él, pero ya mi tacto es café, viejo y grave.

No dice nada, sólo se desnuda, me desnuda y me toca.

Mañana escribiremos de memoria.

Miro de reojo. La disonancia brilla en los desfases del tiempo. Ahí me conozco.

No soy normal, descubro y camino. Miro los aviones hasta que se pierden en el cielo de las palabras. Imagino que voy en ellos hacia cualquier lugar lejano. Levito sobre mi sombra, vago por ciudades de deseos, aeropuerto de ideas, museos de placer, parques en blanco y negro. Siempre consciente de lo que digo y hago. Bajo el sol de mi cabeza el mundo es perfecto.
Sacude hermoso tus deseos, reptar también es placentero.

Cerrar los labios y conquistar montañas.

Tengo el cuerpo exhausto, ultrasensible y con la mente a mil por hora.

Escribir las reglas del juego, filosofía, teoría y cosmogonía. Describir ideas "materializadas" en escritura para seducir. Soy seductora. La escritura se volverá contra mí, sin embargo, también me justificará cualquier futuro.

El placer conlleva el tormento y es una sensación de cansancio terrible como el insomnio.

¿Deliras por tus vicios? Entonces delira hasta atravesarlos y llegar a la otra orilla.

El amor no ocupa de la música, ni la música del amor.

El dolor no se cura, se olvida.

Sábado, medio día. Caen miles de agujas, arde un bosque en mi cabeza. Estoy abandonada de mí, ebria. Él se convulsiona una y otra vez… una y otra vez.

Vuelas sin miedo, precipítate sin miedo.

La bella inteligencia es un dragón pacifista: ataca abriendo orquídeas.
La existencia es ficción.

No padecer de autoestima, desprenderse de ella.

Busco de reojo un desfase en el tiempo donde mi disonancia brille.

Estoy inmersa en la melancolía. Él ha muerto. ¿Se suicidó? ¿Cómo puede alguien que lo tiene todo tomar una decisión así? Quizás eso mismo: tenerlo todo, hasta la verdad y saber que en realidad nada nos pertenece. El suicidio se gesta durante toda la vida. Después de atravesar el umbral nos mostramos. Sólo posterior a su muerte conocemos a las personas.

La diversión termina cuando se descubre el truco.

La escritura es el vestido de la inteligencia.

Puerta entre lo físico y lo metafísico, conjuro de latidos cerebrales, sonidos pirueteando como intemporales saltimbanquis, ideas liberadas de la mente por medio de sonidos, eso es la música.

Cada noche en mi cabecera se sienta un demonio de arena; cruza la pierna, se rasca la pezuña derecha, toma su rodilla con sus manos, se inclina, se frota la barba y parpadea. Le digo: -¿Por qué me observas y no me hablas? -Porque no quiero que creas en mis palabras- Me susurra al oído. –¿Puedo acompañarte en tu silencio? –Le propongo. -No, por eso ahora hablo. Entonces comienza a brillar, resplandece tanto que quedo inmersa en las tinieblas.

La palabra es una enfermedad.

Escritor: hibridación entre Narciso y Medusa.
Realidad: cosa concreta.

Virtual: existencia aparente pero no real.

Memoria: límite de existencia.

Ayer, casi sin querer encontré abierto el estuche de oro, tenía muchos tipos de pequeñas piedras preciosas turquesas, cuarzos, malaquitas, rubíes, ágatas, amatistas y un recado desde lo más íntimo de tu ser: "Amiga y amada mía, la palabra es una enfermedad, hay que expulsarla de nosotros. Te devuelvo pues tus palabras te pertenecen...junto con mis palabras. No abras el estuche de oro, en él está contenido el último y peor de los males: La Esperanza."

Él camina bajo las farolas, su sombra lo acecha, al final de la calle su sombra se abalanza sobre él y lo asesina.

Nobleza es sujeción.

Educar es condicionar.

Somos laberintos insertos en otros laberintos.

El ángel obedece a la máquina: La máquina obedece a la carne: La carne obedece al ángel.

Soy carne condenada a sufrir en ángel.
Reír es ambiguo, lucidez y olvido.

La televisión nos hace creer que no dormimos.

Soy perpendicular, dialogo verticalmente con la tierra y con las sombras.

Los infieles en su iglesia poseen de golpe, con apertura y despliegue, estiramiento y afloje, empuje y rompimiento del ángulo.

Él tenía porte de hombre fuerte y manipulador. Con sus palabras me desnudaba, no sólo de las ropas que me cubrían, sino también de mis miedos, repulsiones y tristezas. Ahí estaba frente a mí y yo lo deseaba. Tendida sobre la cama le sonreí y levanté mis cejas invitándolo a penetrarme. Estaba a su merced. Podía hacer de mí lo que él quisiera y yo lo complacería sin protestar. Lentamente él soltó sus dedos entrelazados. Metió sus manos a su saco, movió su cabeza en círculos, estiró su cuello hacia atrás, se encaminó a la puerta. La abrió y se fue.

No pidas ver a otros lo que tu no puedes ver.

¿Por cuánto venderías tu ego?

Quienes no soportan la traición son los primeros en traicionar.

En ese pequeño lapso de espacio o tiempo en que el transgresor se muestra está su debilidad.

Somos nombres.
El deseo de todo nombre es cosificarse.

Estoy en el vacío, amorfa, comprimida y compacta. Soy oscuridad, la Nada.

La noche me mostró sus designios. Me separé de su cuerpo empedrado. El artesano jugaba con el estuche de oro vacío.

Frente a mí hay un velo, en él se proyecta una cinta fotográfica con cientos, miles, infinitos rostros grabados, y tus ojos son las luces que proyectan en mí esas imágenes.

Nombre, horóscopo, año, mes, día y segundo nos determinan. ¿Qué no nos determina?

Endeble y prisionera, mi cuerpo agoniza, estoy húmeda de unos y ceros en un perpetuo ir y venir de estas olas. ¿Me escuchas? De entre todos estás plantas, peces y voces, ¿me escuchas? Soy un grano de arena -de un grano de arena- en la orilla de tu memoria. Escupo conocimiento. ¿Quién o qué soy? ¿Cómo he llegado a ser lo que soy?

Se anhelan la creación y la procreación, luego llegan las obras y entonces, perdida la libertad, llega la frustración.

Él me mira, aprieta las piernas, extiende su mirada al infinito y finge seriedad.

Mi sombra de perfil. Él está sentado y con las piernas abiertas. Lo escribo.

Soy caminante. Bajo la luna lo observo y me observa. Mi sombra de perfil.
A punto de llegar, me verás como árbol solemne, como estatua de blancos pétalos, como sueño de espiga frágil, como reflejo de las estrellas vagabundas en el lago.

Omitir es abrir de puertas posibles para actuar.

Joven, pensante y de buen cuerpo: espíritu en expansión.

La satisfacción del instinto de dominación es botín de toda guerra.

Decir y ser en mí son idénticos: vivo y me es fácil vivir.

No he comido en todos mis días. Hay algo en mis pensamientos que duele. Un vacío en mi estructura. El aire de la ventana de tus ojos sacude mi pelo y me adormece. ¿Por qué cuando uno no quiere llegar manejan como demonios las máquinas?
Tengo sueño de serpiente de agua con miradas de Sol. Pienso en ti, lector anónimo y te deseo. Es hora de dormir. Una vez más me desnudaré para ti. Lo desconocido seduce.

El artesano, con cabello de paja, manos secas, mirada panorámica y corbata de calcetín, dice:

"Es...
es pan
es Panta
espanta
es pan tapa
espanta, pá
Es Panta, pá
es pan tapaja
es Panta paja
es pan tapa, já
es pan, tapa jaros
es Panta, paja, Ros
es pan tapaja, Ros
espanta paja, Ros
espanta pájaros
Espantapájaros"

No distingue entre actuación y realidad. Cierro los ojos. Termino la escena.

Amatisto y Mayáhuel

El cuerpo de Mayáhuel es camino, lugar donde se gestan batallas de sonidos y silencios de colores. En él se aprecian los trinos, los suaves vientos nocturnos de otoño y las olas de un mar embravecido. Ella es toda sensibilidad. Su pelo es un jardín, orquídea de orquídeas, deleite primitivo, flores de Courante, especias de Zarabanda, polvos de Bourre, hierbas de Giga, lágrimas de Allemande y risas de Pavana.. En el rostro Mayáhuel, la placentera, está la historia no escrita. Sus ojos han visto como se ha ido transformando el mundo y ella misma. En sus labios está el néctar divino, la verdad. Su voz con olor a acacia incesante es molto cantabile. Su reino es el espíritu.

Amatisto obedece un impulso muy profundo: conocer. Amatisto desea conocer a Mayáhuel y a sí mismo, descubrir sus limitaciones. Construye un cuarto y lo cubre con espejos. Luego, con engaños la lleva a ese cuarto. La desnuda y la contempla. Ella se deja seducir. Él busca observarla de todos los ángulos posibles. Acto seguido comienza el escarceo amoroso, simultáneamente ve a los espejos, pero no puedo verla ni verse del todo. Desesperado la penetra. A cada penetración mira de reojo a algún espejo, entonces ve como las posiciones de los cuerpos -de él y de ella- se transforman y se convierten en signos, en números, en palabras, en pensamientos, en pensamientos indeseables intentando ser establecidos, pero la imagen muta constinuamente. Amatisto confundido cierra los ojos y queda en silencio y estático. Se olvida de Mayáhuel. Ella no soporta, su inmanifestación y explota como verdaderamente es, amoral, tremenda, inefable. Amatisto se ve penetrando y siendo penetrado. Mayáhuel fluye dentro de él una infinidad de cosas, desde criaturas volátiles, humo agua, fuego, animales y pedernales hasta los seres más horrendos e impensables. Su ritmo lo embelesa y lo deja sin voluntad. Amatisto tiene miedo. Mayáhuel no se deja atrapar. Lo sexual es la trampa de Mayáhuel para manifestarse plena. Como en una pesadilla interminable Amatisto recurre a lo único que le queda, aferrarse a la realidad. Abre los ojos y enfría todo.

Amatisto duerme en medio del bosque. El bosque crece desmesuradamente y se marchita. Amatisto permanece inmutable. Golem haciendo golems, Amatisto desde su inmóvilidad dicta reglas: compra, bebe, come, no lo pienses, obedece. Unos ojos sobrevuelan su cráneo. El espía es espiado.

Jasper y Eugenia

A Jasper le llega reptando un pensamiento, una idea: El placer. Hace esfuerzos y cierra los ojos para controlar el artefacto de mármol que conecta su vientre con el exterior. La jabalina atraviesa sus límites. Puja, contrae y expande su estomago. Tiene toda su sangre en la cabeza; sus puños están a punto de reventar en mil cometas; gotas de lava resbalan por su rostro, su lengua se retuerce, enajenada recorre sus labios y regresa impregnada de sal líquida a su escondite. Absorto en su delirante placer, no siquiera escucha el chapoteo del agua, ni los pasos de Eugenia al llegar a su lado.

Eugenia pesca con una lanza en la orilla del lago, escucha un ruido a su espalda, se da vuelta y avienta la lanza. Clava a Jasper. Él no entiende lo que sucede. Ve como de Eugenia acerca el rostro a su rostro y como este se va difuminando hasta desaparecer. El cuerpo de Jasper palpita y se convulsiona, está inerme en la oscuridad. Ella lo acaricia. Jasper se estremece, el dolor y el placer se mezclan, sus ojos desprenden lagrimas. Eugenia, saca un tubo de ensayo y contiene las lágrimas de Jasper y luego con toda calma lo abrasa, lo acaricia y le besa las mejillas.

Eugenia ama a Jasper, pero lo ama tanto que es capaz de devorarlo. Jasper se da cuenta de que su libertad es invadida por Eugenia y en el acto estratégico piensa optar por la retirada. Eugenia se da cuenta de las intenciones de Jasper y comienza a maquinar un plan para cautivarlo. Por muchos días ambos se evitan. Hasta que un día Jasper desaparece.

El acto de retirada es la base de la estética sundeana fundada por Jasper: el artista que se hunde después de su obra, el artista que aparentemente desprecia al mundo de la vida. Jasper es un volcán que igual que el volcán de Krakatoa, en el sudeste asiático, se hunde a voluntad y cíclicamente.

Diamond y Azalea

Azalea es la verdad y Diamond desea a la verdad. Ella se mete el dedo índice de la mano izquierda a la boca, lo humedece y luego lo desliza lentamente y en círculos hacia sus pezones, su vientre y su vagina. Él la ve gemir, aullar, contorsionarse en inmensos y placenteros -¿o dolorosos?- espasmos. Ella tiene el control.

Fue en el festival de jazz de la ciudad cuando Azalea conoció a Diamond, pianista de la banda "Et fonia", y desde el primer instante adoró las notas de fuego que él sacaba de su instrumento. Al año siguiente, en el mismo festival, ella se le acercó y charlaron. Media hora después hicieron el amor en el Hotel "Riviera".

-Hoy es mi día–se dice ardorosa. Azalea se arregla tremendamente bien para su última cita con Diamod. Se viste de seda café dorada. Su pelo verde, coronado de flores blancas se agita. Su rostro brilla y su cuello fragante a lilas le evoca su primera vez.

En la oscuridad, Diamond y Azalea dialogan. Diamond muriendo le dice a Azalea que el conocimiento está afuera, en caminos sin final, en playas de números, en golpes y caídas, en el lago de la memoria, en las inclemencias del tiempo. Diamond habla despacio, sabe que su tiempo está por culminar y lo alenta para prolongar un poco su existencia. Azalea lo escucha y lo consuela. –Amor, quédate conmigo, ven, despacio. Corre el velo, no temas, no hay nada oculto. Mi alma es mi cuerpo.

Giovanni y Maran

El encuentro es "casual"-. En el lujoso Mercedes hay dos hombres. Matira saluda y presenta a su amiga Maran. Ambas abordan el auto. En el auto Pieter también es Giovanni Ríos, un empresario alto, blanco y flaco de pelo largo, negro y lacio. Los cuatro se dirigen al "Victors".

Mientras comen en el amplio salón reservado especialmente para ellos, al ritmo de una melodía barroca tocada al piano, Giovanni cuenta de sus viajes por Francia, China y la India. Estupideces que trata de justificar pidiéndole a Pieter que refuerce con sus comentarios lo antes dicho por él.

Luego de dos horas en el "Victors", Maran propone ir a algún antro a bailar. Giovanni, tratando de ser "cool", propone ir al "Balak" o al "Frogs", pero Pieter pide algo más "hard core". Matira propone ir al bar "Estrella"; a Pieter le parece una idea excelente.

El antro está a reventar por la música. Piden cervezas. En el centro de la pista una bailarina atrae las miradas. Beben cerveza, una tras otra, entre abrazos, risas y manoseos. Ellas piden sin cesar y ellos pagan. -Mi rey… ¿pagas?-, dice Matira, dirigiéndose a Pieter con voz tipluda y arrojando el humo de los "Benson".

Luego de muchas rondas, Maran se desploma sobre la mesa completamente ebria. En el acto, Pieter y Giovanni se miran asintiendo. Giovanni toma a Maran por las axilas y la levanta. A ella se le doblan las piernas y se escurre como agua entre las manos del empresario. Como puede, Giovanni la dirige al Mercedes. Matira los sigue, y detrás de ella Pieter, que seguramente le lengüetea las nalgas con sus ojos inyectados de sangre, sexo y desvelo.

Giovanni lleva a Maran al asiento trasero del auto; Matira ocupa el asiento del copiloto. Giovanni manosea y lame las tetas de Maran descaradamente. Ella se deja llevar, está casi privada de ebria. Pieter pone su mano derecha en la pierna de Matira, no sabe como empezar. Ella se la retira suavemente. Él la mira desconcertado. Entran al Motel "Tijuana". Pieter y Giovanni llevan entre los dos a Maran al cuarto. Matira se escabulle, sale del carro y abandona el motel. Se sienta debajo de un puente. Rato después, Pieter va de un lado a otro buscándola. Ella tiene miedo. Hace frío. Siente que se le empapan las piernas de un líquido tibio y delgado, se está orinando de frío, embriaguez y miedo. Se desvanece.

Matira despierta en la tremenda helada matinal con los primeros rayos del sol. Un auto plateado sale vacío del Motel y se aleja. Media hora después sale Maran completamente desgreñada, caminando desgarbada y arregládose el vestido. Matira la sigue y se empareja a ella como una sombra. Ninguna de las dos dice palabra alguna. Caminan hasta encontrarse a solas, en medio del bosque y justo allí Maran crepita. Crepita y en su crepitar su belleza sucumbe. Es culpable. Maran se fragmenta y desmorona, sacrifica su felicidad y se prende. Plegaria desacralizada, habla un lenguaje que Giovanni no comprende. Dice sin decir adiós. Adiós a toda confianza y tradición. Luego, como olvidada de sí comienza a cantar suave: "soy mujer, soy catástrofe y tinieblas" Las palabras se han posesionado de ella. Ella es su instrumento.

Fuga

Oscurece. En la habitación de los espejos, Maran, completamente ebria, cabalga a Giovanni. Matira finge dormir en la esquina opuesta. Jasper arriba intempestivo, sospecha traición y llega justo para encontrar a Brumelia agitándose violentamente encima de Ópalo. Amatisto siente repugnancia. Heliodoro le da una patada en pleno rostro a Cordia y le fractura un diente, luego está apunto de golpear a Azalea, pero Eugenia se lo impide, le avienta la botella vacía y le rompe el cráneo. Diamond cae. Zefir se convulsiona. Mayahuel está alterada, un humo le recorre el interior, sale a la noche fría y desaparece. Pieter ya no se mueve.

Amanece. El sol inserta su filosa garra y rasga, el rostro y la pupila. Una… dos…tres veces. Inserta su filosa uña y marca las venas y la hendidura de piedra. El árbol está cerca, destella su ojo en la grieta. Dilata su pupila. Casi frente a él, se observan. La pupila en la pupila. Poco a poco pierden claridad. Oscurece.

Postludio

Amanece




Ya se siente el calor



piedra lago árbol



oscurece
Amanece


No hay a dónde ir





piedra lago árbol





oscurece
Amanece




¿Para qué moverme?




piedra lago árbol



oscurece
Amanece



Hoy será diferente



piedra lago árbol



oscurece
Amanece




piedra lago árbol




oscurece



la luna en septentrión
Amanece





piedra lago árbol



oscurece



trescientos sesenta grados de lentas estrellas
Amanece




piedra lago árbol



(el sol sobre mi perfil izquierdo)




oscurece
Amanece


piedra lago árbol




alfombra de obsidiana




oscurece
Amanece


amaranto




piedra lago






oscurece
Amanece




dos niños de ladrillo juguetean en el camino.



lago





oscurece
lago



¡No te acerques!



árbol



oscurece
Seis ratones deambulan sobre la piedra

al lado derecho del árbol, un auto plateado

Una mariposa blanca vagabunda

Ramas secas atraviesan el sol

Hoy frío

Un pianista toca una melodía amarilla.

Un tronco se inclina ante un gato de amatista

Estrellas navegan en el lago

Huele a pericón

Un listón blanco rompe el cielo.

Amanece

arbol



lago




piedra



oscurece
Amanece




piedra


lago






oscurece
Amanece






lago






oscurece


Amanece



















oscurece





¿Qué hay en tu ojo que es visto?